![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGKOE6kj_azIMODT2mnh6_he0eSqCEhsKBlP3wLims2lABibEPnabOvk4WLTf3xvH6KbzVN6WpC2916i6-zuj5BCPt8RXlKsIlYTReeaENz-nrvMaB6xXIZf0KMHjvN7IZkta7czRlEQ8/s400/foto-colegio.jpg)
El idiota, la novela que leía mi madre,
conozco ya el nombre del autor, Dostoievski.
Pasa el tiempo, el cerco comienza a aflojarse.
Permanezco el resto de mi vida rodeado de gente normal
sin que adviertan que no soy uno de ellos.
Si dices que sí a todo, la gente te toma por normal.
Abrígate, que hace frío. Sí. Del colegio, directo a casa.
Sí. Es hora de acostarse. Sí. No importa lo que pregunten,
tú di a todo que sí. A veces, para decir sí, conviene decir no.
¿Mientes a menudo? No. Ese no es un sí.(¿ o no Karim?)
De un modo misterioso,
mi espíritu se ha contagiado de la imparcialidad impresa en mi rostro.
Me convierto en un observador amable.
Pero a medida que el cerco se afloja fuera de casa, se estrecha dentro.
Un día vuelvo la cabeza y
descubro que mi madre lleva un rato observándome.
Ella, asustada, desvía la vista. Me doy cuenta de que ata cabos.